
Vivimos en una época complicada para hacer leyes, esa es la verdad. Llegados a estos momentos, donde las revoluciones sociales y logros como los Derechos Humanos intentan sentar las bases de las libertades universales, es difícil compaginar esto con directrices que intentan ejercer cierto control sobre la vida de las personas. Sin embargo, aunque sería estupendo poder decir que el ser humano ejerce su libertad personal sin menoscabar la de los demás, todo sabemos que eso es una quimera; de esta forma, no hay más remedio que legislar, con la consiguiente merma de ciertas libertades individuales.
El ciudadano actual, por supuesto, no acepta esto nada bien. Tras pasar por períodos de autoritarismo, fascismos y ciertos regímenes políticos muy restrictivos, ahora queremos libertad por los cuatro costados, así que cualquier pequeña norma que se nos cruce en el camino no nos sienta demasiado bien. Pero la sociedad no está preparada para una perfecta convivencia sin trabas de ninguna clase como estamos hartos de observar; y puede que nunca lo estemos, mal que nos pese, pues hay cierta falta de madurez individual y comunitaria que hace imposible que pensemos en el bien común y en el diálogo antes que renunciar a salirnos con la nuestra.
Y para colmo, hay ciertos ámbitos en los que realmente es difícil legislar, como son los que pertenecen al ámbito privado de las personas: la muerte, la religión y la sexualidad son sin duda tres de esos ámbitos, quizá los más espinoso. Pero es este último el que más guerra está dando en los últimos tiempos, de tal manera que se intenta implantar algo así como una sexual democracia; aunque claro, es complicado, porque nadie quiere poner en común sus gustos o deseos sexuales más allá de su pareja, así que imagina hacer aunque sea una simple norma para hacerlo.

Y es que a cada cual le gusta vivir la sexualidad como mejor le convenga; pero realmente algo hay que hacer con ciertos comportamientos aberrantes que se dan en el plano sexual. Y no solo eso: la asignatura de educación sexual es también tema de debate, pues no acaba de haber acuerdo en qué temas y de qué manera se debe enseñar a nuestros jóvenes en relación al sexo. La controversia está servida en este tema, los partidos políticos se ensarzan en discusiones que a veces llegan a ser bastante broncas pero que no aportan soluciones, y mientras tanto nuestros jóvenes tienen la educación sexual que les da el porno gratis, un recurso bastante asequible para todos ellos; las webs porno están al alcance de sus manos, y el verdadero problema es que a esas edades pueden no saber diferenciar muy bien lo que es la ficción pornográfica de la realidad.
Por cierto, ¿debería ser también el porno objeto de debate? Sin duda que sí, hubo un tiempo en que la navegación por internet era sobre todo ver y más ver anuncios publicitarios sobre pornografía y sexo explícito. Aquello ya pasó, poco a poco los países han ido creando legislaciones que puedan ejercer cierto control sobre ese recurso desbocado; claro que, como con todo lo demás, nunca llueve a gusto de todos, y hay quien considera que es una forma de coartar nuestra intimidad si no se nos permite ver en nuestro pc y gracias a nuestra red online lo que queramos. Pero, visto lo visto, los peligros de internet y los del porno en particular, fue la mejor decisión.
En fin, que no se puede legislar teniendo a todos contentos. Y si hablamos de gobernar, pues es igual de difícil, siempre habrá gente rebelde que no acepta las normas por pura convicción… y eso tampoco está mal. Porque muy mal nos hubiera ido a la humanidad si no hubieran aparecido esas voces discordantes, que se encargaron de poner el límite entre lo que podía ser público y lo que tenía que ser privado. Al fin y al cabo, eso hizo que seamos lo que somos hoy en día.